lunes, 3 de febrero de 2014

En un aroma que flotaba
había lirios escondidos
que ni al mejor bandido
sus encantos mostraban.
Nadie sabía de este oro florido
pero detrás iban hasta los dormidos.
Explayaba su unísono
al compás del silencio
y atraía sin brío
hasta al olfato torcido.
Dentro llevaba
una lumbre mágica
que vibraba desierta,
tibia y clara,
y todas las almas
sonaban en ella
sin cuerpo ni bruma
que nuble la esencia.
Los buenos, los raros
y hasta los más errados
mueren libres y cobijados,
y el aroma de los lirios
no se lo pierden
ni los vencidos.
Y aunque oculto se deslice
sobre todos los matices
siempre brilla a salvo
más allá de las narices,
y está presente sin pestañar
cubriendo el sueño hasta el final.






lunes, 2 de diciembre de 2013

Veintisiete años gregorianos, una jarra de cerveza, zapatillas nuevas. El ruido de un auto, de una moto, alguien expira un canto agonizante a lo lejos. Una telaraña en la copa de un árbol crea un efecto confuso jugando con la luz en mi visión espacial. Un mosquito me pica en la pantorrilla y otro pasa zumbando frente a mi oreja izquierda. Alguien pasa por la calle en bicicleta y en dos notas musicales vocifera la palabra "volví".
Ahora cantan unos pájaros, y se repite el ruido de otro auto. Me rasco la cabeza, tomo un trago y una gota de transpiración del vaso cae sobre la remera que traigo. La gata que hace un momento estaba echada se levanta e intenta entrar por la ventana a la habitación, fallando por haberle cerrado antes. Ahora mira por el mismo balcón en el que yo reposo desde un principio en una silla de playa. Pasa un colectivo por la calle aturdiendo el lugar un poco, algún bichito fabrica sonidos. La cerveza sigue fría y esta vez la gota cayó sobre la hoja. Estoy diciendo quiero sin decirlo, estoy tocando. Estoy sentado en las manos de alguien, en una unión complicemente innombrable. Se encendió alguna música de fondo, y me vuelvo víctima del espionaje de la luna creciente.

martes, 26 de noviembre de 2013

Cuántas veces te he cuidado
ciudad dormida,
amado por las calles
de silencio y noche
bajo el reloj del fuero interno
marcando infinitas agüjas
simultáneas para variar la luz
en que se iluminan las ideas.
Si hubieras visto mis pasos abismales,
los conjuros en la tundra de mi ánima
como la boca de un animal gigante
en el pleito entre colmillos y presa.
La revolución masticando la barbarie que me baña
para despertarme acorazado.
No hago más
que estar aquí parado
y pensar
que nada tengo.
Los deseos apagados
por una luz brillante.
Sólo soy esa luz...
viva.
Herida solar.

El dolor grita en mi alma
el perdón de los inocentes
a través del ojo del sol
que se incendia ensimismo,
en el flujo contínuo de sus deseos.
Transeúnte de verbos paralelos
en muros escondidos e invisibles
que caminan lejos
y terminan siempre en precipicios paradisíacos.
Cuando el circo se esfume
seré la plegaria inicial,
morderé el tiempo que me han robado
y me pararé a tu lado
para amarte otra vez hasta el final,
para ser el que ate tu herida cuando ya no haya pulsos.
En las cenizas de un pueblo encontré el halito cansado
aguardando un germen de vida que naciese en su suerte.
La revolución espiralada y emergente
mutando en la real humedad,
un jugo de augurios y el centinela al frente.
Un juego serio y un juego sueño.
Médula por firmamento,
noche de células estrelladas.